domingo, 28 de agosto de 2016

10. Amor Divino ... Para vivir en el Sagrado Corazón - El Ideal ... Creados para Cristo parte 3. De Mons. Luis María Martínez

No veamos, pues, superficialmente la vida espiritual, como una simple escuela de moral, de manera que tengamos que estar trabajando por perfeccionarnos moralmente, quitando ese defecto, plantando aquella virtud; mientras allá lejos, muy lejos está Jesús que nos ayuda, que nos alienta, que nos dirige.

Eso es mirar superficialmente la vida sobrenatural.

Sin duda que tenemos que trabajar en perfeccionarnos, y que luchar contra nuestros enemigos, y que practicar las virtudes; pero no estamos lejos de Jesús; Él, no sólo está vigilando nuestros pasos y alentándonos en nuestras luchas, sino que vive en nosotros y nosotros en Él. Es una expansión de su vida divina lo que está produciendo en nuestro corazón. Y ese germen divino que hemos recibido, debemos desarrollarlo, uniéndonos con Él hasta que nos convirtamos en Jesús, no por una simple reproducción exterior de los rasgos de su vida, sino por una comunicación íntima de su espíritu.

Por eso decía en la introducción que no es una metáfora afirmar que estamos en Jesús y que podemos entrar en su Corazón; es una realidad aunque misteriosa. Vivimos en Él, somos miembros de su Cuerpo Místico, de tal suerte que existe entre Jesús y nosotros una unión más íntima que la unión que existe entre mi cabeza y los demás miembros de mi organismo. Por ejemplo, cuando mi mano se mueve, es porque mi cerebro ha ordenado ese movimiento; él está influyendo eficazmente en mis manos; y la sangre que circula por mi cerebro es la misma que circula por mis manos; hay entre ellos unión vital e identidad de vida.

Así nosotros somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo y formamos una sola cosa con Él, como dice el Apóstol.

Dios ha puesto en la Iglesia doctores, profetas, evangelistas, etc.; - prosigue San Pablo -, para la edificación del Cuerpo de Cristo, para hacer que Cristo llegue a su estatura perfecta, a la plenitud de su desarrollo. Lo cual quiere decir que todas las almas que durante el transcurso de los siglos han entrado en la Iglesia vienen a formar el Cuerpo de Cristo; y los siglos de la Historia tienen precisamente por fin completar su Cuerpo Místico; porque todavía no se ha desarrollado completamente, todavía no ha llegado a la plenitud de su edad y de su estatura. En el último día de los tiempos, Cristo estará completo cuando el último predestinado se haya incorporado a Él. Entonces llegará a la plenitud de su edad y de su estatura. (Ef 4,13)

Pero todo esto supone que somos algo suyo, que somos otros Cristos, que vivimos su misma vida.

Así debemos concebir la vida espiritual, sobre todo la perfección, como la unión íntima entre Cristo y nosotros. El día en que Nuestro Señor viva en nosotros plenamente; el día en que acabe de crearse en nosotros el hombre nuevo, creado según la voluntad de Dios en la justicia y en la santidad de la verdad; el día en que podamos exclamar con el Apóstol: Ya no vivo yo, sino que Cristo es quien vive en mí; entonces también habremos llegado a la plenitud de nuestra edad y de nuestra estatura espiritual, habremos alcanzado verdaderamente la perfección cristiana.

Por todas estas indicaciones - que Nuestro Señor nos hará comprender mejor, porque nuestro lenguaje no se presta para expresar ciertas realidades espirtiruales - podemos comprender hasta qué punto es una misteriosa realidad el que nosotros vivamos en Jesús y estemos como dentro de Él.

Y entendiendo lo que es estar dentro de Jesús, nos será muy fácil entender lo que es estar dentro de su Corazón divino.


viernes, 26 de agosto de 2016

9. Amor Divino ... Para vivir en el Sagrado Corazón - El Ideal ... Creados para Cristo parte 2. De Mons. Luis María Martínez

A las veces nos imaginamos que Jesucristo es tan sólo el modelo que debemos copiar. Como pasa en un taller de pintura: el pintor tiene frente a él un modelo y sobre su mesa de trabajo está reproduciendo sus rasgos; pero el modelo está afuera y sólo por medio de su arte los rasgos del modelo pasan a su dibujo. Así nos imaginamos la vida espiritual. Cristo es el modelo; nosotros lo contemplamos para reproducir en nuestras almas los rasgos de su fisonomía espiritual.

Sin duda que esto es cierto, pero no es toda la verdad; si no viéramos la vida espiritual sino de esta manera, la veríamos superficialmente; porque tenemos que reproducir a Jesús, pero no copiando algo exterior, sino por una comunicación íntima con Él.

Por eso dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). No dice Yo soy el guía que os ha de conducir por el camino, sino, Yo soy el Camino mismo. No dice: Yo soy la fuente de la vida, sino la vida misma. No dice: Yo soy el Maestro de la verdad, sino la Verdad misma.

Por estas palabras comprendemos que la vida espiritual es algo más que una escuela en que Jesús enseña y nosotros aprendemos; algo más que un taller en que reproducimos los rasgos de Nuestro Señor; algo más que un camino en que Jesucristo nos sirve de guía. Es algo más íntimo: Jesús es Maestro, pero un Maestro que nos habla en lo interior y vive en nosotros; es un modelo, pero un modelo que se une a nosotros y por su eficacia divina nos va comunicando, en lo íntimo de nuestro corazón, su vida y su espíritu hasta llegar a reproducirse en nosotros.

Cuando se siembra una semilla, ésta reproduce exactamente la planta que la produjo, pero no porque la copie, sino por una fuerza vital. De manera que hay dos modos de copiar una planta: una, artificialmente, pintándola o reproduciéndola, pero con una reproducción muerta, en papel, en lienzo, etc.; otra, reproduciéndola de una manera vital, haciendo que germine la semilla. Pues bien, no debemos copiar a Cristo artificialmente, sino de una manera vital; porque, como dice San Juan, tenemos en nosotros la semilla de Dios.

Jesucristo se une a nuestras almas y nos comunica su vida, y de esta manera va poco a poco reproduciéndose en nosotros hasta transformarnos en Él No es, repito el trabajo del artista que copia el modelo, es un trabajo vital.

Y no se crea que exagero, esta doctrina de la Sagrada Escritura. Yo soy la Vid, dice Jesús, y vosotros las ramas, los sarmientos. Analicemos esta comparación y veremos todas las riquezas que contiene. La vid y los sarmientos forman una sola cosa y están unidos; los sarmientos son la continuación de la vid; en aquellos y en ésta circula la misma savia; tienen, por consiguiente, la misma vida. De manera que si a la vid se le arranca un sarmiento, se seca y no sirve sino para ser arrojado al fuego; pero si permanece unido a ella, entonces vive y produce fruto.

Así somos nosotros: separados de Jesús para nada servimos, sino para ser arrojados al fuego de nuestras concupiscencias en esta vida, y en la otra al fuego del infierno; pero si estamos unidos a Él vivimos su misma vida y producimos fruto.

Más decisivas son aquellas otras palabras de Jesús: Así como Yo vivo por el Padre, el que me come vive por Mí.

¿No es algo dulcísimo esta unión tan estrecha, esta comunicación de espíritu y de vida con Él? Somos de Él, vivimos con Él y para Él. ¿No satisface esto a nuestro corazón? ¿No nos entusiasma pensar que la vida espiritual sea así?

Tarea del amor divino: Contemplar a Cristo en el Santísimo Sacramento. ¿Estoy siendo tierra fértil para que Jesús vivo se reporduzca en mí?

viernes, 19 de agosto de 2016

8. Amor Divino ... Para vivir en el Sagrado Corazón - El Ideal ... Creados para Cristo parte 1. De Mons. Luis María Martínez

"Un mismo panorama presenta distintos aspectos según el lugar desde donde lo contemplamos. Cuanto más alto es el sitio de observación abarcamos mejor el conjunto y apreciamos mejor la armonía y la belleza del paisaje.

Desde el Corazón de Jesús contemplemos nuestro ideal y los caminos que debemos recorrer para realizarlo. ¡Con qué verdad, con qué exactitud, con qué belleza, con qué profundidad se miran todas las cosas cuando se ven desde el Corazón de Jesús!

San Pablo pide a Dios que nos dé el conocimiento de nuestra vocación y de las riquezas que encierra; y de tal manera lo hace, como si bastara para santificarnos conocer a fondo nuestra vocación.

Sin duda que no basta el conocimiento: ¡cuántas veces conocemos nuestro deber y, sin embargo, no tenemos ni la fuerza, ni el entusiasmo necesario para realizarlo! Pero también es cierto que no hay fuerza más poderosa para hacernos trabajar en nuestra santificación, como mirar de una manera profunda nuestro ideal. La verdad en sí misma tiene una eficacia divina.

Casi todos nuestros fracasos y deficiencias en el orden espiritual vienen de la falta de luz y de conocimiento; porque cuando vemos de una manera clara y profunda las cosas espirituales esa luz tiene tal eficacia que nos impulsa a cumplir nuestro deber.

Pero para poder comprender nuestro ideal, empecemos por estudiar el ideal cristiano en general.

¿Para qué nos hizo Dios? Lo diré en una sola palabra: nos hizo para Cristo; nos vio en Él, nos eligió en Él y en Él nos predestinó y santificó, como dice San Pablo: «Nos eligió en Jesús para que fuésemos santos e inmaculados ante su presencia, en la caridad» (Ef 1,4). Dios no nos vio nunca sino en Jesús; para Dios somos algo de Jesús, su conquista, los miembros de su Cuerpo Místico, partícipes de su vida, una sola cosa con Él, otros Cristos, que en Él y por Él hemos de glorificar a Dios y conseguir nuestra felicidad.

Por eso nos dice el mismo Apóstol: «Todas las cosas son vuestras; más vosotros sois de Cristo, y Cristo de Dios» (1Co3,22). En estos tres rasgos están expresados todos los designios divinos: toda la creación visible está hecha para el hombre, pero nosotros estamos hechos para Cristo, y Cristo para Dios. En Él y por Él tenemos que glorificar a Dios y conseguir nuestra propia felicidad, íntimamente vinculada con la gloria divina.

Es muy dulce considerar así nuestro destino: somos algo de Jesús en Él nos vio el Padre, en Él nos amó, en Él nos enriqueció con todo genero de bendiciones espirituales; y en Él y por Él tenemos que realizar nuestro ideal, lo cual implica una relación y una unión muy íntima y profunda con Nuestro Señor."

Tarea de amor divino: Desde el Corazón de Jesús contemplemos nuestro ideal y los caminos que debemos recorrer para realizarlo. ¡Con qué verdad, con qué exactitud, con qué belleza, con qué profundidad se miran todas las cosas cuando se ven desde el Corazón de Jesús!

miércoles, 17 de agosto de 2016

7. Amor Divino ... Para vivir en el Sagrado Corazón - Disposición por último... Mons. Luis María Martínez

"Por último, es preciso que no solamente nuestro espíritu se ponga en armonía con la luz que llena el Corazón de Cristo, sino que también nuestro corazón procure, en cuanto es posible, ponerse en armonía con el divino Corazón de Jesús donde vamos a vivir. Esto es, debemos practicar la palabra del Apóstol: «Que haya en vosotros los mismos sentimientos que en el Corazón de Cristo Jesús» (Cf. Fil 2,5). Porque si no hay esa armonía, nos exponemos a no entender muchas cosas de las que allá adentro se miran y se oyen, se entienden y se gozan.

Esa armonía pide de nosotros que ensayemos como un nuevo modo de sentir y de amar.

Uno de los puntos en que no suele haber armonía entre los sentimientos del Corazón de Jesús y los nuestros es precisamente la Cruz. Jesús está enamorado de ella; nosotros, aun cuando tengamos siempre en nuestros labios las alabanzas de la Cruz, allá, en el fondo de nuestro corazón a las veces sentimos una repugnancia tal, que hace que no comprendamos sus misterios.

Para entrar en el Corazón divino es necesario ir con tal generosidad de alma, que podamos tener los mismos sentimientos de Jesús en todo, aun respecto de lo que la Cruz encierra, o más bien dicho, precisamente acerca de lo que la Cruz significa.

Y basta lo dicho; que si penetramos estas verdades que he expuesto, seguramente que encontraremos reico alimento que nutra nuestras almas.

Para vivir, pues, durante toda nuestra vida en el Corazón de Jesús necesitamos el silencio augusto de las cosas grandes; - la paz que es como el sello de Jesús y el don divino; - vivir en una luz celestial, mirar con los ojos iluminados del corazón; - y procurar que los sentimientos del Corazón de Jesús. Él nos dirá lo que todas estas cosas ocultan en su fondo misterioso.

Entremos, pues dentro del Corazón Divino y vivamos ahí para siempre."

Tarea del amor divino: Meditar la frase "Quien dice que permanece en Él, debe vivir como Él vivió". (1Jn 2,6) hacerse preguntas acerca de ella ... buscar respuestas.

martes, 16 de agosto de 2016

6. Amor Divino ... Para vivir en el Sagrado Corazón - Disposición 3 de 3. Mons. Luis María Martínez

"La tercera disposición que debemos tener para vivir en el Corazón de Jesús es sobrenaturalizar nuestra vida, levantarnos de las cosas de este mundo, elevarnos por encima de nuestra propia miseria y hasta de nuestra propia razón y mirar con los ojos iluminados del corazón, que son los únicos ojos que pueden ver ahí dentro.

La única luz que ilumina el abismo del Corazón de Jesús es la luz de la fe; ahí para nada sirven nuestros sentidos, antes bien nos estorban; y nuestra misma razón es impotente.

Y así como cuando entramos a una gruta oscura necesita nuestra vista adaptarse a aquella luz tenue de allá adentro; así nosotros, al entrar en el Corazón de Jesús, tenemos que adaptar los ojos de nuestro corazón. Porque ahí hay tinieblas, pero son tinieblas divinas, tinieblas por exceso de luz. Y es necesario que nuestros ojos se vayan adaptando a ellas. Pero esa adaptación la produce la fe, el criterio sobrenatural.

Dejemos fuera la razón, poco sirve y mucho estorba; entremos con la fe y vivamos de fe, porque es otro mundo, es otra vida, es otra luz, se necesitan otros ojos.

La fe nos enseña que Dios nos ama y que nos ama no en conjunto y como en masam sino personalmente, individualmente, a cada uno de nosotros: "¡Me ama a mí!", conoce mi nombre, tiene grabado en su Corazón mi imagen. Más aún puedo asegurar que su Corazón es todo para mí, porque Nuestro Señor no puede amar como nosotros, a medias, de una manera fragmentaria, sino que cuando ama con todo su Corazón, ama de una manera infinita.

Dios nos ama y su amor no es un amor estéril, escondido en lo más alto de los cielos; todo lo contrario, es un amor activo, providente, cuidadoso, solícito; es un amor que no nos olvida un momento, que nos protege sin cesar, que va disponiendo minuciosamente, pormenorizadamente, todos los acontecimientos de nuestra vida, desde los más trascendentales hasta los más insignificantes.

Si en el mundo no existiera más que Dios y tú - alma que lees estas líneas - no te amaría m ás de lo que te ama, si el único objeto de su amor fueras tú, te amaría como te ama.

Tarea del amor divino: hacer un repaso de los sucesos trascendentales de tu historia y entronizar a Dios como Dueño de tu Historia, observando el amor providente, solícito, cuidadoso y minucioso que ha tenido y tiene por tí.

lunes, 15 de agosto de 2016

5. Amor Divino ... Para vivir en el Sagrado Corazón - Disposición 2 de 3. Mons. Luis María Martínez

"Muy relacionada con el silencio está la segunda disposición que debemos tener: la paz. ¡Oh, cómo quisiera exhortar a todas las almas, como dice el Apóstol en las entrañas de Jesucristo, a que conserven la paz en su corazón!

No se puede vivir dentro de Jesús sin que estemos bañados, impregnados de paz. Es la atmósfera que ahí se respira. Es la única manera de que pongamos nuestro corazón en armonía con el Corazón divino de Jesús. Vivamos en paz, no permitamos que nada ni nadie turbe la paz de nuestro corazón.

Es el don de Dios. ¿Recordamos lo que decía Nuestro Señor a los apóstoles la víspera de su Pasión? Mi paz os doy, mi paz os dejo, la paz que el mundo no puede dar. Es el don de Dios, el don característico suyo.

Y si Él da la paz y si por donde Él pasa se escucha el cántico de la paz, ¿cómo no ha de haber paz dentro de su Corazón divino? Que haya paz en nuestros corazones; que la paz de Dios, que supera todas las satisfacciones de los sentidos llene nuestras almas y las haga latir de gozo, como dice el Apóstol: Que la paz de Dios, que supera todo sentimiento, guarde vuestros corazones y vuestras inteligencias en Cristo Jesús. (Cf. Fil 4,7).

Para conservar esa paz necesitamos dos cosas: creer en el amor de Jesús y olvidarnos de nosotros mismos. Porque siempre que se turba la paz es porque falta una de estas dos cosas.

Vernos a nosotros mismos, por cualquier lado que nos veamos, es perder la paz: si vemos nuestras grandes miserias, si nos damos cuenta de nuestras exiguas virtudes, si consideramos nuestra impotencia, si sondeamos nuestros deseos ... todos estos son motivos para perder la paz.

Apartemos nuestros ojos de nosotros mismos; pero fijémonos en Jesús y creamos que nos ama; y sobre todo que nos ama - entendámoslo bien a pesar de todo. No hay nada que estorbe al amor de Dios, ni nuestras miserias, ni nuestras deficiencias, ni nuestras ingratitudes, ni nuestros pecados ... «Aunque tuviera en la conciencia todos los crímenes que se pueden cometer - dice Sta. Teresa del Niño Jesús - no perdería nada de mi confianza ... Porque sé a qué atenerme respecto de su amor y de su misericordia.»"


Tarea de amor divino: ¿Crees en el amor de Jesús? ¿Cuál es la imagen que tienes de Dios? ¿Es un Dios lejano o cercano? ¿Castigador o amoroso? ¿Nuestra idea de Dios no es Dios? ¿Crees en el amor de Jesús? ¿Qué te recuerda el amor de Jesús? ¿Cuáles son los sucesos de tu vida en que has sentido el amor de Jesús? ¿Puedes olvidarte de tí? ¿Dónde tienes puesto los ojos de tu corazón?

Repetir durante el día la siguiente la frase de Santa Teresa de Calcuta:

«Jesús de mi corazón yo creo en tu fidelidad, llena de amor por mí, te amo.»

miércoles, 10 de agosto de 2016

4. Amor Divino ... Para vivir en el Sagrado Corazón - Disposición 1 de 3. Mons. Luis María Martínez

"Pero, si todo cristiano está destinado para vivir en el Corazón de Jesús, las almas de la Cruz de una manera especialísima están destinadas a vivir esta vida, a entrar dentro de ese Corazón y a establecer ahí su morada. ¿No será suficiente esto para que sintamos un santo entusiasmo por aprender la manera como se puede vivir dentro del Corazón Divino de Jesús?, ¿no bastará esto para que comprendamos que es bueno, que es dulce, que es provechoso vivir ahí?

Vamos, pues, a ver desde luego las disposiciones que se necesitan. En realidad son las mismas que debemos tener para vivir la vida del cielo; porque la vida de la tierra y la vida del cielo no son dos vidas distintas, sino las dos etapas de una misma vida.

Para vivir en ese Corazón es preciso vivir en silencio.

¿No nos hemos fijado que en los lugares más bellos, en los más grandes, en los más santos, reina el silencio? En medio de los bosques hay un silencio solemne ... más augusto aún es el silencio del océano ... el firmamento es un misterio de silencio ... Y si de las cosas materiales no elevamos a las espirituales y sobre todo a las divinas, lo más grande, lo más excelso, lo más bello y, si se me permite la expresión, lo más divino, es siempre lo más silencioso. En el cielo mismo, aún cuando resuena allí sin cesar el trisagio inefable de los ángeles, sin embargo, reina en él un silencio hondísimo; las almas contemplan y aman a Dios en silencio y en un silencio inefable gozan de Él ...

En el Corazón de Jesús debe reinar el silencio, el silencio augusto de todo lo que es grande, de todo lo que es santo, de todo lo que es divino. Y por esos es preciso que nuestras almas, avezadas al ruido, aprendan a vivir en silencio. Quizá parezca extraño que hable de silencio a las almas acostumbradas al silencio de los claustros. Pero comprendamos que no me refiero al silencio exterior, sino al otro, al íntimo, que llevamos en nuestra alma y que tan fácilmente perdemos.

Pudiéramos decir que la grandeza de un alma se mide por su capacidad de silencio. ¿Quiénes son los que saben vivir más en silencio? En el mundo, los sabios, los poetas, los artistas, los que llevan en el corazón un amor profundo. Y en el orden espiritual, cuanto más avanzado un alma, más va entrando en la región del silencio. En las altas cumbres de la santidad, como en las cumbres excelsas de la tierra, reina un silencio inefable ...

Las almas piadosas saben cómo guardar el silencio exterior; ¿pero no es verdad que muchas veces su interior se turba? Y por cierto lo que turba nuestro silencio interior no es lo que turba el silencio de las almas mundanas: recuerdos, ilusiones, vanidades ... no, los ruidos de nuestro corazón son muy diversos. Hay en él un ruido que existe en todo corazón humano; el ruido de la pasión. Las pasiones turban el silencio de todo corazón humano. A las veces son ruidos estentóreos; otras veces, suaves y ligeros; pero el silencio, lo mismo puede ser turbado por un gran ruido que por un ruido pequeño. ¿Qué corazón hay en donde se haya callado totalmente y para siempre la voz de la pasión?

¡Cuántas veces, allá en el fondo de nuestro corazón, surgirá la voz de la pasión que turba el silencio de nuestra alma! Acallémoslo, porque en el Corazón de Jesús no deben resonar esos ruidos, porque es el santuario del silencio.

Otro ruido más común todavía que el de la pasión en las almas espirituales es el de la preocupación. ¡Cómo nos asedian las preocupaciones, sobre todo cuando queremos estar más recogidos! Inquietudes por este motivo o por el otro, inquietudes que a las veces por el pasado, a las veces por el provenir, más frecuentemente por el presente ...

Dejemos fuera del Corazón de Jesús todas nuestras inquietudes o, si entramos con ellas, arrojémoslas en la hoguera ardiente de ese Corazón Sagrado. En la morada del amor y de la confianza no es posible que tengamos inquietudes ni preocupaciones. Que nuestra alma esté tranquila, que esté serena, porque estamos dentro de un Corazón que nos ama infinitamente."

Tarea del amor divino: detenerse aunque sea un instante, que sólo su Corazón Sagrado te importe, acalla todo ruido para escuchar a quien te ama desde antes del tiempo, en el silencio te amó infinitamente. Y dile de todo corazón: te amo, enseñame a amarte como me amas Tú.


lunes, 8 de agosto de 2016

2. Amor Divino ... Acercamiento al Sagrado Corazón de Jesús a través del Venerable Mons. Luis María Martínez

"Y me apresuro a advertir que vivir en el Corazón de Jesús no es una simple figura: es un misterio, es una realidad. Porque no faltaría quien pensara: todo esto no pasa de ser una metáfora, una alegoría. Entrar en el Corazón de Jesús, penetrar por su herida, introducirnos en aquel santuario, contemplar las riquezas que ahí existen, subir por los secretos senderos de ese Corazón hasta llegar a la cumbre de la Cruz interna ... ¡qué bella alegoría! ¡Pero alegoría al fin! ... No, no lo es. Claro está que hay aquí mucho de simbólico, que con la imaginación contemplamos la herida del Corazón Sagrado, y hasta creemos tocar el mar de amargura que contiene, y luego parece que subimos por caminos ocultos hasta la Cruz interna. Sí, todas estas cosas las imaginamos; pero estas imágenes y estas figuras se quedan muy abajo de la realidad.

Como lo he asegurado muchas veces, las imágenes aquí en la tierra tienen todas un algo de hiperbólico, exageran un poco lo que quieren expresar. Pero, en el orden sobrenatural, las imágenes no exageran; por bellas, por audaces que sean, son siempre cortas, no aciertan a expresar el misterio que simbolizan.

Entrar de veras dentro del Corazón de Jesús por su herida y permanecer ahí, tal como lo imaginamos, es menos, mucho menos de lo que en realidad podemos y debemos hacer de una manera espiritual y mística.

Porque verdaderamente tenemos una unión estrechísima con Jesús. El mismo, en el Santo Evangelio, nos expresó con diversas imágenes esta unión cuando nos dijo, por ejemplo: «Yo soy la Vid y vosotros sois los sarmientos.» Y como si Él mismo sintiera la impotencia de estas imágenes para expresar el misterio de su unión, llega en esa misma noche del Cenáculo a compararla con la unión íntima, con la unión inefable, que existe entre las Personas de la Santísima Trinidad. Sólo a esa unión altísima se parece nuestra unión con Jesús."

Tarea de amor: Contemplar la unión íntima que existe entre las Personas de la Santísima Trinidad.
Gen 1,1-3; Jn 1,1-5; Contemplar la unión íntima que existe entre Dios y tú. Jn 17,3-23; Ap 21,5-7. Concentrar la reflexión en Jn 17,23.


domingo, 7 de agosto de 2016

1. Amor Divino ... Acercamiento al Sagrado Corazón de Jesús a través del Venerable Mons. Luis María Martínez

"La vida espiritual, como lo he afirmado muchas veces, es una vida de íntima unión con Jesús, en la que debemos escuchar su palabra, sentir el atractivo de su presencia, recibir los dones de su amor. Es una vida dulce, de santa, de profunda intimidad con Jesús.

Pero en esta ocasión quiero decir más: no solamente es una vida que debe pasarse con Jesús, sino mejor aún debe vivirse en Jesús; lo cual es algo mejor, y más dulce, y más provechoso.

Imaginémonos que fuera posible vivir en la gruta de Belén, pero con el niño Jesús visible, como en aquella primera noche de Navidad; o en la casa de Nazaret, pero contemplando al divino Adolescente; o en el Cenáculo, pero mirando a Jesús transfigurado de amor; o en Getsemaní, pero participando en el Misterio augusto de su dolor; ¿no nos parecería ésta una dicha completa? ¿no estaríamos seguros que en ese lugar y cerca de Jesús progresaría rápidamente nuestra vida espiritual?

Pues bien, debemos hacer algo mejor que todo esto, debemos vivir en Jesús, más aún, dentro de su propio Corazón, que es un lugar más sagrado y más delicioso que Belén, y que Nazareth, y que el Cenáculo, y que Getsemaní.
Y debemos hacerlo, porque tengo la convicción profunda de que el Corazón de Jesús, que es de todos, es por títulos especiales nuestro; es el tesoro, el modelo, el santuario, la morada de las almas de la Cruz.

Cada familia espiritual tiene como su propia herencia y su propio tesoro; y si en los Misterios de Jesús, en los lugares que santificó con su presencia divina, buscáramos algo propio para cada familia espiritual, encontraríamos, por ejemplo, que en Belén, el lugar y el Misterio son propios de la familia franciscana; que el Cenáculo es algo adecuadísimo para todas las almas eucarísticas. Pero, para las almas de la Cruz, el lugar más adecuado, el Misterio más propio está dentro de Jesús mismo, está en los íntimo de su Corazón".

Tarea de amor divino: realiza un composición de lugar, imaginando que eres un pastor, que estás en las cercanías de Belén, algunos amigos con alegría te convencen que les acompañes a encontrar al Mesías que ha nacido y se les ha manifestado, tu vas con ellos, es de noche, pero a tus compañeros le inunda una alegría que te contagia. Encuentras a María ... a José ... y al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, puedes ver sus piecitos, ver sus manitos, y escuchar lo que se dice de ese niño... fija entonces tu mirada en el corazón de éste niño y descansa en él.

Que dulce sería vivir en el Corazón de Cristo, en la fuente de su amor, en aquel lugar donde escucha nuestras oraciones.