miércoles, 18 de junio de 2025

007 Discernir en pareja - La materia del discernimiento. La desolación.

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 26 de octubre de 2022. 7 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221026-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

El discernimiento no es, ante todo, un proceso lógico; se trata de un ejercicio que involucra acciones, y estas acciones tienen una dimensión afectiva que debe ser reconocida, pues Dios habla al corazón. La primera expresión afectiva del discernimiento es la desolación. Esta se manifiesta como una oscuridad del alma, un alejamiento del Creador debido a la ausencia de amor, y a la presencia de sentimientos como la pereza, la tibieza y la tristeza. Todos hemos experimentado la desolación, pero el desafío radica en aprender a interpretarla. Si nos apresuramos a liberarnos de ella sin comprender su mensaje, corremos el riesgo de perder una enseñanza valiosa.

Nadie desea atravesar la desolación, pero evitarla por completo no solo es imposible, sino que tampoco sería beneficioso para nuestro crecimiento espiritual. Todo cambio en una vida que ha estado orientada al vicio comienza con una desolación que da paso al remordimiento por lo vivido. Es la conciencia que interpela, que nos inquieta y nos invita a iniciar un camino de transformación; es Dios tocando el corazón en su profundidad.

La tristeza debe ser leída como una señal de alerta indispensable para la vida, una invitación a explorar horizontes más ricos y fecundos. Santo Tomás de Aquino la define como el dolor del alma, análogo a los nervios en el cuerpo: despierta la atención frente a un posible peligro o nos advierte sobre un bien descuidado. Por ello, lejos de ser innecesaria, la tristeza cumple una función protectora, evitando que nos hagamos daño a nosotros mismos o a los demás. En ocasiones, actúa como el rojo de un semáforo, indicándonos que debemos detenernos y reflexionar.

Sin embargo, es fundamental distinguir entre la tristeza que nos paraliza y aquella que nos impulsa. Cuando la tristeza se convierte en un obstáculo que nos desanima en la búsqueda del bien, debemos afrontarla como si fuera la luz verde del semáforo, que nos llama a continuar con determinación. La senda hacia el bien es estrecha y empinada; requiere lucha, esfuerzo y la capacidad de vencerse a uno mismo. Por ello, quien desea servir al Señor no debe dejarse arrastrar ni abandonar su propósito por la desolación. San Ignacio nos da una regla clara: cuando estemos desolados, no es momento de tomar decisiones ni hacer cambios, pues será en otro instante cuando podremos juzgar con mayor claridad la bondad de nuestras elecciones.

Jesucristo, ante la tentación, responde con firmeza y determinación, cumpliendo en todo momento la voluntad del Padre. San Pablo nos recuerda que nadie es tentado más allá de sus fuerzas, porque el Señor jamás nos abandona. Con Él a nuestro lado, podemos vencer cualquier tentación. Y si no logramos vencerla hoy, nos levantamos nuevamente y la superaremos mañana.





Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.


006 Discernir en pareja - Los elementos del discernimiento. El libro de la propia vida.

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 19 de octubre de 2022. 6 de 14 sobre el discernimiento

Fuentehttps://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221019-udienza-generale.html

Síntesis de lectura

Nuestra vida es el “libro” más valioso que se nos ha entregado, aunque muchos, lamentablemente, no lo leen o lo hacen demasiado tarde. Sigamos el ejemplo de San Agustín, quien, al releer su historia y reconocer en ella los pasos silenciosos de la presencia de Dios, exclamó: “Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”. Su invitación es clara: “Entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad”. 


Haz una pausa, sumérgete en tu historia, observa tu recorrido con serenidad y pregúntate: ¿Cómo ha sido mi camino? 


Leer nuestra propia vida también significa descubrir los pensamientos que nos alejan de nosotros mismos, aquellos que nos desaniman. Es crucial reconocer la presencia de esas frases pesimistas y tóxicas para ampliar la visión de nuestra historia, enriqueciéndola con una mirada más profunda, respetuosa de su complejidad, capaz de percibir las formas discretas con las que Dios actúa en nosotros. Leer bien nuestra vida implica contemplar tanto lo bueno como lo difícil.


El discernimiento adopta un enfoque narrativo: no se limita a una acción puntual, sino que la inserta en un contexto más amplio. ¿Este pensamiento es nuevo o ya ha estado antes? ¿De dónde viene y hacia dónde me conduce? 


Detenerse es reconocer. Es recoger aquellas perlas preciosas y escondidas que el Señor ha sembrado en nuestro interior. El bien suele estar oculto, se manifiesta con discreción y requiere un proceso de búsqueda paciente, como una excavación constante. El estilo de Dios es silencioso, no se impone; es como el aire que respiramos, invisible pero esencial para la vida.


Leer nuestra historia habitualmente educa nuestra mirada, la afina y nos permite notar los pequeños milagros que Dios realiza cada día. Cuando tomamos conciencia de ellos, nuestra paz interior y nuestra creatividad se fortalecen. Además, esta práctica nos libera de estereotipos dañinos. Quien no conoce su propio pasado está condenado a repetirlo. 


Pregúntate: ¿He compartido mi historia con alguien alguna vez? Piensa en los diálogos sinceros entre novios, cuando deciden abrirse el uno al otro y contar sus vidas con honestidad y profundidad.


El discernimiento es la lectura narrativa de nuestros momentos luminosos y oscuros, de los consuelos y de las desolaciones que experimentamos en el camino. En el ejercicio de discernir, el corazón nos habla de Dios, y nosotros debemos aprender a comprender su lenguaje. 


Por eso, examinemos nuestro interior cada día:¿Qué ha sucedido dentro de mí hoy? ¿He sentido alegría? ¿Qué me ha dado alegría? ¿He experimentado tristeza? ¿Qué ha provocado mi tristeza? 





Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.

sábado, 14 de junio de 2025

005 Discernir en pareja - Los elementos del discernimiento. El deseo.

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 12 de octubre de 2022. 5 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221012-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

El discernimiento es, en esencia, una búsqueda, y toda búsqueda nace de la ausencia de algo que, de algún modo, conocemos. El deseo es precisamente este conocimiento: una nostalgia de plenitud que nunca alcanza una satisfacción completa, un signo de la presencia de Dios en nosotros. La palabra *deseo* proviene del latín *de-sidus*, que significa “falta de estrella”; expresa la ausencia de un punto de referencia que guíe el camino de la vida. Esta carencia conlleva sufrimiento, pero también impulsa una tensión interior hacia el bien que anhelamos. Así, el deseo se convierte en nuestra brújula, indicándonos si avanzamos o si nos hemos quedado estancados.


Un deseo sincero toca las fibras más profundas de nuestro ser, por eso no desaparece ante las dificultades o los contratiempos. Es como la sed: cuando no encontramos agua, no renunciamos a la búsqueda, sino que ésta ocupa cada vez más nuestros pensamientos. Lejos de sofocar el deseo, los obstáculos y fracasos lo avivan aún más.


A diferencia de la emoción momentánea o el simple impulso, el deseo es un camino en el que el alma se esfuerza, establece límites, renuncia a placeres pasajeros y se plantea metas que la llevan a superar dificultades. El deseo nos fortalece, nos vuelve valientes y nos impulsa siempre hacia adelante.


Resulta significativo que, antes de obrar un milagro, Jesús a menudo pregunte a la persona por su deseo. *"¿Quieres curarte?"* —le pregunta al paralítico de la piscina de Betesda—. Su respuesta revela resistencias inesperadas al cambio, que no solo dependen de él. La pregunta de Jesús es una invitación a clarificar el corazón, a acoger un posible salto de calidad. En el diálogo con el Señor aprendemos a reconocer lo que realmente queremos en nuestra vida. Hay quienes desean avanzar pero, al mismo tiempo, permanecen atrapados en la queja. Es importante recordar que la queja es un veneno para el alma, porque no alimenta el deseo de seguir adelante.


Con frecuencia, es el deseo lo que marca la diferencia entre un proyecto exitoso, coherente y duradero, y los muchos sueños y buenos propósitos de aquellos que nunca actúan. Como dice el refrán: *"Con ellos está empedrado el infierno."* Debemos cuidar nuestro deseo, evitando que se atrofie en medio del bombardeo de distracciones, estímulos y ruidos que nos impiden reflexionar sobre lo que realmente queremos. Muchas personas sufren porque no saben qué hacer con su vida; nunca han explorado su deseo profundo, nunca se han preguntado: *"¿Qué quiero realmente?"*. 


El riesgo de vivir sin dirección es grande. Algunos cambios, aunque deseados en teoría, nunca se concretan porque falta el deseo fuerte que impulsa la acción. Si Jesús nos hiciera la misma pregunta que al ciego de Jericó: *"¿Qué quieres que te haga?"*, ¿qué responderíamos? Quizás podríamos pedirle que nos ayude a reconocer el deseo profundo que Él mismo ha sembrado en nuestro corazón: *"Danos el deseo, Señor, y hazlo crecer."* Porque también Él tiene un gran deseo respecto a nosotros: hacernos partícipes de su plenitud de vida.




Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.


viernes, 13 de junio de 2025

004 Discernir en pareja - Los elementos del discernimiento. Conocerse a sí mismo

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 5 de octubre de 2022. 4 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221005-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

Un buen discernimiento comienza con el conocimiento de uno mismo. Implica el ejercicio de nuestras facultades humanas: memoria, inteligencia, voluntad y afectos. A menudo, la dificultad para discernir surge de una falta de autoconocimiento, lo que nos impide comprender realmente qué queremos. En muchas ocasiones, las dudas espirituales y las crisis vocacionales nacen de un diálogo insuficiente entre nuestra vida religiosa y nuestra dimensión humana, cognitiva y afectiva. Todos, en algún momento, caemos en la tentación de enmascararnos, incluso ante nosotros mismos.


El olvido de la presencia de Dios en nuestra vida suele ir acompañado de un desconocimiento de nuestro propio ser. Conocerse implica un proceso paciente de introspección, un ejercicio de excavación interior. Requiere la capacidad de detenerse, sentir y humanizarse, para adquirir conciencia sobre nuestros hábitos, los sentimientos que nos habitan y los pensamientos recurrentes que nos condicionan. También exige diferenciar entre emociones y facultades espirituales: *"siento"* no es lo mismo que *"estoy convencido"*, *"tengo ganas"* no es lo mismo que *"quiero"*. Tomar conciencia de esta diferencia es una verdadera gracia.


La vida espiritual tiene claves de acceso, palabras que tocan el corazón y nos conectan con aquello que más nos afecta. El tentador conoce bien estas palabras y las usa para desviarnos. Por eso, es crucial que también nosotros las reconozcamos, evitando caer en caminos que nos alejen de nuestra verdadera esencia. La tentación no siempre propone cosas explícitamente malas, sino que muchas veces nos ofrece realidades desordenadas, revestidas de una importancia excesiva. Nos atrae con una belleza ilusoria que, al final, nos deja vacíos y tristes. Al conocer nuestras propias claves interiores, podemos protegernos de la manipulación y, al mismo tiempo, descubrir lo que realmente importa.


Por ello, es fundamental preguntarnos: *¿Soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento y las provocaciones externas?* Una herramienta valiosa para este ejercicio es el examen cotidiano, preguntarnos con sinceridad: *¿Qué ha sucedido hoy en mi corazón? ¿Qué huellas han dejado los acontecimientos en mí?* Es un ejercicio de lectura interior que nos permite identificar lo que realmente valoramos, preguntándonos: *¿Qué busco? ¿Por qué lo busco? ¿Qué he encontrado al final? ¿Qué sacia mi corazón?*


Solo el Señor puede revelarnos nuestro verdadero valor. Nos lo muestra desde la cruz, confirmando cuán preciosos somos ante sus ojos. No existe obstáculo ni fracaso que pueda apartarnos de su abrazo misericordioso. El examen cotidiano nos permite ver nuestro corazón como un camino en la presencia de Dios. Nos ayuda a comprender el recorrido de nuestros sentimientos y afectos, convirtiéndose en una oración sencilla que transforma la vida, nos conduce al autoconocimiento y nos guía hacia una verdadera libertad.



Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.


lunes, 2 de junio de 2025

003 Discernir en pareja - Los elementos del discernimiento. La familiaridad con el Señor

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 28 de septiembre de 2022. 3 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220928-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

El primer elemento fundamental del discernimiento es la oración. Para discernir correctamente, es necesario situarnos en un ambiente de oración, un estado interior que nos disponga a escuchar a Dios. La oración es imprescindible, especialmente cuando involucra los afectos, permitiéndonos dirigirnos a Dios con sencillez y familiaridad. Es ir más allá de las palabras, entrar en intimidad con el Señor con espontaneidad afectuosa, lo que nos ayuda a reconocer lo que le agrada.

Orar es confiar en Dios, acercarnos a Él con apertura y afecto. En esta relación de confianza se disipan el miedo, la tentación de dudar de su Voluntad santa y cualquier inquietud del corazón. El discernimiento no busca una certeza absoluta, pues la vida misma no siempre es lógica ni se reduce a la razón; no somos máquinas. Los principales obstáculos y ayudas para decidirse por el Señor provienen del corazón, de los afectos.

Muchos creen que Jesús es el Hijo de Dios, pero dudan de su deseo de hacernos felices. Algunos temen que tomar en serio su propuesta signifique renunciar a sus sueños más profundos, mortificar sus deseos, perder demasiado. Hay quienes incluso dudan de su amor. Sin embargo, hemos visto que el signo del encuentro con el Señor es la alegría: cuando oramos y nos encontramos con Él, experimentamos gozo. En cambio, la tristeza y el miedo suelen ser señales de distancia con Dios.

Discernir lo que ocurre en nuestro interior no es fácil, porque las apariencias pueden engañar. No obstante, la cercanía con Dios disuelve suavemente dudas y temores, haciendo nuestra vida cada vez más receptiva a su luz amable. Estar en oración no se trata solo de decir palabras, sino de abrir el corazón a Jesús, acercarnos a Él y dejarle entrar en nuestra vida.

Pidamos la gracia de vivir una relación de amistad con el Señor, como un amigo habla al amigo. Esta es una gracia que debemos solicitar unos por otros: ver a Jesús como nuestro amigo más grande y fiel, aquel que nunca nos abandona, ni siquiera cuando nos alejamos de Él. Saludémosle con afecto y cercanía, con pocas palabras, con gestos de amor y buenas obras.





Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.