Oración inicial invocando al Espíritu Santo.
Lectura previa:
Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 19 de octubre de 2022. 6 de 14 sobre el discernimiento
Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221019-udienza-generale.html
Síntesis de lectura
Nuestra vida es el “libro” más valioso que se nos ha entregado, aunque muchos, lamentablemente, no lo leen o lo hacen demasiado tarde. Sigamos el ejemplo de San Agustín, quien, al releer su historia y reconocer en ella los pasos silenciosos de la presencia de Dios, exclamó: “Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”. Su invitación es clara: “Entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad”.
Haz una pausa, sumérgete en tu historia, observa tu recorrido con serenidad y pregúntate: ¿Cómo ha sido mi camino?
Leer nuestra propia vida también significa descubrir los pensamientos que nos alejan de nosotros mismos, aquellos que nos desaniman. Es crucial reconocer la presencia de esas frases pesimistas y tóxicas para ampliar la visión de nuestra historia, enriqueciéndola con una mirada más profunda, respetuosa de su complejidad, capaz de percibir las formas discretas con las que Dios actúa en nosotros. Leer bien nuestra vida implica contemplar tanto lo bueno como lo difícil.
El discernimiento adopta un enfoque narrativo: no se limita a una acción puntual, sino que la inserta en un contexto más amplio. ¿Este pensamiento es nuevo o ya ha estado antes? ¿De dónde viene y hacia dónde me conduce?
Detenerse es reconocer. Es recoger aquellas perlas preciosas y escondidas que el Señor ha sembrado en nuestro interior. El bien suele estar oculto, se manifiesta con discreción y requiere un proceso de búsqueda paciente, como una excavación constante. El estilo de Dios es silencioso, no se impone; es como el aire que respiramos, invisible pero esencial para la vida.
Leer nuestra historia habitualmente educa nuestra mirada, la afina y nos permite notar los pequeños milagros que Dios realiza cada día. Cuando tomamos conciencia de ellos, nuestra paz interior y nuestra creatividad se fortalecen. Además, esta práctica nos libera de estereotipos dañinos. Quien no conoce su propio pasado está condenado a repetirlo.
Pregúntate: ¿He compartido mi historia con alguien alguna vez? Piensa en los diálogos sinceros entre novios, cuando deciden abrirse el uno al otro y contar sus vidas con honestidad y profundidad.
El discernimiento es la lectura narrativa de nuestros momentos luminosos y oscuros, de los consuelos y de las desolaciones que experimentamos en el camino. En el ejercicio de discernir, el corazón nos habla de Dios, y nosotros debemos aprender a comprender su lenguaje.
Por eso, examinemos nuestro interior cada día:¿Qué ha sucedido dentro de mí hoy? ¿He sentido alegría? ¿Qué me ha dado alegría? ¿He experimentado tristeza? ¿Qué ha provocado mi tristeza?
- Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
- Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
- Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
- Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
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