miércoles, 2 de julio de 2025

010 Discernir en pareja - La materia del discernimiento. La consolación - La consolación verdadera.

 Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 30 de noviembre de 2022. 10 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221130-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

¿Cómo reconocer la verdadera consolación?

Para no ser engañados en la búsqueda del verdadero bien, San Ignacio nos ofrece algunos criterios esenciales. Es necesario observar el desarrollo de nuestros pensamientos: si el principio, el medio y el fin de una idea están plenamente orientados al bien, es señal de que proviene del Señor. Por el contrario, si al final conduce a algo malo, distractivo o menos provechoso que lo que el alma tenía inicialmente como propósito, si inquieta o perturba el espíritu, robándole la paz y la serenidad, entonces es claro que procede del mal espíritu, enemigo de nuestro bienestar y salvación eterna.

¿Qué significa que el principio esté orientado al bien?

Por ejemplo, si surge en mí el pensamiento de rezar, pero lo hace en un momento en el que tengo una tarea importante que cumplir, hay que preguntarse si la oración es realmente un llamado del Espíritu o simplemente una evasión de mis responsabilidades. La oración no debe convertirse en una excusa para evitar deberes legítimos. En este caso, la mejor opción sería cumplir primero con la tarea encomendada, como lavar los platos, y hacerlo en actitud de oración.

¿Qué significa que el medio esté orientado al bien?

Siguiendo el ejemplo, si al comenzar a rezar lo hago con resentimiento o soberbia, como el fariseo que ora desde la autosuficiencia, entonces la oración se convierte en un medio para alimentar el orgullo en lugar de un encuentro con Dios. En este caso, el medio no es bueno, y la consolación que parece surgir no es auténtica.

¿Qué significa que el fin esté orientado al bien?

Es esencial preguntarnos: ¿a dónde me conduce este pensamiento? Si la oración me lleva a sentirme omnipotente, creyendo que todo debe estar bajo mi control porque soy el único capaz de dirigir las cosas correctamente, entonces no estamos ante una verdadera consolación. El buen espíritu nunca nos impulsa hacia la soberbia, sino hacia la humildad y la confianza en Dios.

El enemigo es astuto y sabe disfrazarse. Su influencia entra a escondidas, sin que la persona lo perciba de inmediato. Por eso es fundamental examinar con paciencia el origen, el desarrollo y el desenlace de nuestros pensamientos, evitando caer repetidamente en los mismos errores. Todos tenemos puntos vulnerables, talones sensibles que el maligno busca atacar.

De ahí la importancia del examen de conciencia diario antes de concluir el día. Detenerse un momento y preguntarse: ¿qué ha sucedido en mi corazón hoy? ¿Ha estado atento? ¿Ha crecido o ha pasado todo sin que lo haya notado? Este ejercicio, aunque demande esfuerzo, es una práctica valiosa que nos ayuda a releer lo vivido con discernimiento. Reconocer el combate interior es signo de la acción de la Gracia de Dios en nosotros, guiándonos hacia una mayor libertad y claridad espiritual. El Espíritu Santo siempre está con nosotros.

La auténtica consolación es la confirmación de que estamos caminando en la dirección que Dios quiere para nosotros. El discernimiento no consiste simplemente en identificar el bien o el mayor bien posible, sino en reconocer lo que es verdaderamente bueno para mí aquí y ahora. Es en este proceso donde estamos llamados a crecer, estableciendo límites frente a otras opciones que, aunque puedan parecer atractivas, son irreales o nos desvían de nuestro propósito.





Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.


martes, 1 de julio de 2025

009 Discernir en pareja - La materia del discernimiento. La consolación.

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 23 de noviembre de 2022. 9 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20220928-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

La consolación es una experiencia de alegría interior que permite reconocer la presencia de Dios en todas las cosas. Fortalece la fe y la esperanza, y refuerza la capacidad de obrar el bien. Quien vive en la consolación no se deja vencer por las dificultades, pues experimenta una paz más profunda que la prueba. Es un movimiento íntimo que toca lo más profundo del corazón, suave y delicado, como “una gota de agua en una esponja”. En este estado, la persona se siente envuelta por la presencia de Dios, siempre de una manera respetuosa con su propia libertad. Nunca desentona, no fuerza la voluntad ni se reduce a una euforia pasajera. 


Pensemos en tantos santos que, conquistados por la dulzura pacificante del amor de Dios, han realizado grandes obras. Sentir que todo está en armonía, que la paz lo envuelve todo, es parte de la experiencia de la consolación. Esta se vincula especialmente con la esperanza, pues abre el horizonte hacia el futuro, impulsa la acción, anima a retomar iniciativas postergadas o incluso a emprender caminos jamás imaginados.


La consolación es una paz profunda que mueve al ser humano a ponerse en camino. Nos impulsa a servir a los demás, a la sociedad y a quienes nos rodean. La consolación espiritual no es controlable ni programable a voluntad; es un don del Espíritu Santo. A través de ella, surge una familiaridad con Dios que parece anular las distancias. Es espontánea y nos lleva a actuar con la sencillez y la confianza de un niño, con dulzura y serenidad. En tiempos de consolación, el Espíritu nos empuja a avanzar, a emprender acciones que, en momentos de desolación, nos parecerían imposibles. Nos da el valor de dar el primer paso.


Sin embargo, es fundamental distinguir entre la consolación que proviene de Dios y las falsas consolaciones. Existen las auténticas y las imitaciones. Mientras que la verdadera consolación es suave e íntima, las imitaciones suelen ser ruidosas y llamativas, llenas de un entusiasmo superficial y vanidoso, carentes de solidez. Estas últimas conducen al ensimismamiento y no a la atención por los demás, dejando al final un vacío profundo. Por ello, es necesario el discernimiento cuando experimentamos consolación, pues puede convertirse en un peligro si la buscamos como un fin en sí misma, de manera obsesiva, olvidando al Señor. Como bien advierte San Bernardo: “¡Ay de quien busca las consolaciones de Dios y no al Dios de las consolaciones!”. Si caemos en esta trampa, corremos el riesgo de vivir la relación con Dios de forma inmadura, persiguiendo intereses personales y reduciendo al Señor a un objeto de consumo, perdiendo así el don más precioso: Dios mismo.


Sigamos adelante en nuestro caminar, entre consolaciones y desolaciones, pero siempre con el discernimiento necesario para reconocer cuándo vienen de Dios y cuándo no.





Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.

008 Discernir en pareja - La materia del discernimiento. La desolación - ¿por qué estamos desolados?

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 16 de noviembre de 2022. 8 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221116-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

Hemos visto lo importante que es leer lo que sucede y después de tomar decisiones. 

De hecho, entendemos que, sin una dosis de insatisfacción, sin una tristeza saludable, sin la capacidad de estar a solas con nosotros mismos sin huir, corremos el riesgo de caer en la superficialidad. La desolación actúa como una "sacudida del alma"; fomenta la vigilancia, la humildad y nos protege del capricho. No podemos ignorar nuestros sentimientos; debemos vivirlos para no volvernos indiferentes al sufrimiento ajeno ni incapaces de acoger el propio.

La "perfecta serenidad" no se alcanza manteniendo una distancia fría y calculada, como quien dice: “Yo no me involucro, tomo distancia”. Las decisiones importantes requieren compromiso y esfuerzo; tienen un precio que se paga con el corazón. La desolación también nos invita a la gratuidad, a actuar sin que la recompensa emotiva sea el único motor de nuestras acciones. Nos ofrece la oportunidad de cultivar relaciones que vayan más allá del mero intercambio de dar y recibir.

Nos hace mucho bien estar con el Señor sin otro propósito que estar en Su presencia, tal como ocurre con las personas que amamos: deseamos conocerlas más y más, simplemente porque es hermoso compartir tiempo con ellas. La vida espiritual no es una técnica ni un programa de bienestar interior; es una relación genuina con el Dios Vivo y Verdadero.

La desolación es la respuesta más clara a quienes afirman que la experiencia de Dios es una sugestión o una simple proyección de nuestros deseos. No debemos temerla, sino llevarla con perseverancia, sin huir. En ella, podemos encontrar al Señor. Por eso, ante las dificultades, jamás debemos desanimarnos, sino enfrentar la prueba con decisión y con la ayuda de Dios, que nunca nos falla.

Y si en nuestro interior escuchamos una voz insistente que busca alejarnos de la oración, aprendamos a desenmascararla como la voz del tentador. Sin dejarnos impresionar, sigamos adelante y hagamos justamente lo contrario de lo que intenta sugerirnos.





Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.


miércoles, 18 de junio de 2025

007 Discernir en pareja - La materia del discernimiento. La desolación.

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 26 de octubre de 2022. 7 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221026-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

El discernimiento no es, ante todo, un proceso lógico; se trata de un ejercicio que involucra acciones, y estas acciones tienen una dimensión afectiva que debe ser reconocida, pues Dios habla al corazón. La primera expresión afectiva del discernimiento es la desolación. Esta se manifiesta como una oscuridad del alma, un alejamiento del Creador debido a la ausencia de amor, y a la presencia de sentimientos como la pereza, la tibieza y la tristeza. Todos hemos experimentado la desolación, pero el desafío radica en aprender a interpretarla. Si nos apresuramos a liberarnos de ella sin comprender su mensaje, corremos el riesgo de perder una enseñanza valiosa.

Nadie desea atravesar la desolación, pero evitarla por completo no solo es imposible, sino que tampoco sería beneficioso para nuestro crecimiento espiritual. Todo cambio en una vida que ha estado orientada al vicio comienza con una desolación que da paso al remordimiento por lo vivido. Es la conciencia que interpela, que nos inquieta y nos invita a iniciar un camino de transformación; es Dios tocando el corazón en su profundidad.

La tristeza debe ser leída como una señal de alerta indispensable para la vida, una invitación a explorar horizontes más ricos y fecundos. Santo Tomás de Aquino la define como el dolor del alma, análogo a los nervios en el cuerpo: despierta la atención frente a un posible peligro o nos advierte sobre un bien descuidado. Por ello, lejos de ser innecesaria, la tristeza cumple una función protectora, evitando que nos hagamos daño a nosotros mismos o a los demás. En ocasiones, actúa como el rojo de un semáforo, indicándonos que debemos detenernos y reflexionar.

Sin embargo, es fundamental distinguir entre la tristeza que nos paraliza y aquella que nos impulsa. Cuando la tristeza se convierte en un obstáculo que nos desanima en la búsqueda del bien, debemos afrontarla como si fuera la luz verde del semáforo, que nos llama a continuar con determinación. La senda hacia el bien es estrecha y empinada; requiere lucha, esfuerzo y la capacidad de vencerse a uno mismo. Por ello, quien desea servir al Señor no debe dejarse arrastrar ni abandonar su propósito por la desolación. San Ignacio nos da una regla clara: cuando estemos desolados, no es momento de tomar decisiones ni hacer cambios, pues será en otro instante cuando podremos juzgar con mayor claridad la bondad de nuestras elecciones.

Jesucristo, ante la tentación, responde con firmeza y determinación, cumpliendo en todo momento la voluntad del Padre. San Pablo nos recuerda que nadie es tentado más allá de sus fuerzas, porque el Señor jamás nos abandona. Con Él a nuestro lado, podemos vencer cualquier tentación. Y si no logramos vencerla hoy, nos levantamos nuevamente y la superaremos mañana.





Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.


006 Discernir en pareja - Los elementos del discernimiento. El libro de la propia vida.

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 19 de octubre de 2022. 6 de 14 sobre el discernimiento

Fuentehttps://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221019-udienza-generale.html

Síntesis de lectura

Nuestra vida es el “libro” más valioso que se nos ha entregado, aunque muchos, lamentablemente, no lo leen o lo hacen demasiado tarde. Sigamos el ejemplo de San Agustín, quien, al releer su historia y reconocer en ella los pasos silenciosos de la presencia de Dios, exclamó: “Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”. Su invitación es clara: “Entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad”. 


Haz una pausa, sumérgete en tu historia, observa tu recorrido con serenidad y pregúntate: ¿Cómo ha sido mi camino? 


Leer nuestra propia vida también significa descubrir los pensamientos que nos alejan de nosotros mismos, aquellos que nos desaniman. Es crucial reconocer la presencia de esas frases pesimistas y tóxicas para ampliar la visión de nuestra historia, enriqueciéndola con una mirada más profunda, respetuosa de su complejidad, capaz de percibir las formas discretas con las que Dios actúa en nosotros. Leer bien nuestra vida implica contemplar tanto lo bueno como lo difícil.


El discernimiento adopta un enfoque narrativo: no se limita a una acción puntual, sino que la inserta en un contexto más amplio. ¿Este pensamiento es nuevo o ya ha estado antes? ¿De dónde viene y hacia dónde me conduce? 


Detenerse es reconocer. Es recoger aquellas perlas preciosas y escondidas que el Señor ha sembrado en nuestro interior. El bien suele estar oculto, se manifiesta con discreción y requiere un proceso de búsqueda paciente, como una excavación constante. El estilo de Dios es silencioso, no se impone; es como el aire que respiramos, invisible pero esencial para la vida.


Leer nuestra historia habitualmente educa nuestra mirada, la afina y nos permite notar los pequeños milagros que Dios realiza cada día. Cuando tomamos conciencia de ellos, nuestra paz interior y nuestra creatividad se fortalecen. Además, esta práctica nos libera de estereotipos dañinos. Quien no conoce su propio pasado está condenado a repetirlo. 


Pregúntate: ¿He compartido mi historia con alguien alguna vez? Piensa en los diálogos sinceros entre novios, cuando deciden abrirse el uno al otro y contar sus vidas con honestidad y profundidad.


El discernimiento es la lectura narrativa de nuestros momentos luminosos y oscuros, de los consuelos y de las desolaciones que experimentamos en el camino. En el ejercicio de discernir, el corazón nos habla de Dios, y nosotros debemos aprender a comprender su lenguaje. 


Por eso, examinemos nuestro interior cada día:¿Qué ha sucedido dentro de mí hoy? ¿He sentido alegría? ¿Qué me ha dado alegría? ¿He experimentado tristeza? ¿Qué ha provocado mi tristeza? 





Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.

sábado, 14 de junio de 2025

005 Discernir en pareja - Los elementos del discernimiento. El deseo.

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 12 de octubre de 2022. 5 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221012-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

El discernimiento es, en esencia, una búsqueda, y toda búsqueda nace de la ausencia de algo que, de algún modo, conocemos. El deseo es precisamente este conocimiento: una nostalgia de plenitud que nunca alcanza una satisfacción completa, un signo de la presencia de Dios en nosotros. La palabra *deseo* proviene del latín *de-sidus*, que significa “falta de estrella”; expresa la ausencia de un punto de referencia que guíe el camino de la vida. Esta carencia conlleva sufrimiento, pero también impulsa una tensión interior hacia el bien que anhelamos. Así, el deseo se convierte en nuestra brújula, indicándonos si avanzamos o si nos hemos quedado estancados.


Un deseo sincero toca las fibras más profundas de nuestro ser, por eso no desaparece ante las dificultades o los contratiempos. Es como la sed: cuando no encontramos agua, no renunciamos a la búsqueda, sino que ésta ocupa cada vez más nuestros pensamientos. Lejos de sofocar el deseo, los obstáculos y fracasos lo avivan aún más.


A diferencia de la emoción momentánea o el simple impulso, el deseo es un camino en el que el alma se esfuerza, establece límites, renuncia a placeres pasajeros y se plantea metas que la llevan a superar dificultades. El deseo nos fortalece, nos vuelve valientes y nos impulsa siempre hacia adelante.


Resulta significativo que, antes de obrar un milagro, Jesús a menudo pregunte a la persona por su deseo. *"¿Quieres curarte?"* —le pregunta al paralítico de la piscina de Betesda—. Su respuesta revela resistencias inesperadas al cambio, que no solo dependen de él. La pregunta de Jesús es una invitación a clarificar el corazón, a acoger un posible salto de calidad. En el diálogo con el Señor aprendemos a reconocer lo que realmente queremos en nuestra vida. Hay quienes desean avanzar pero, al mismo tiempo, permanecen atrapados en la queja. Es importante recordar que la queja es un veneno para el alma, porque no alimenta el deseo de seguir adelante.


Con frecuencia, es el deseo lo que marca la diferencia entre un proyecto exitoso, coherente y duradero, y los muchos sueños y buenos propósitos de aquellos que nunca actúan. Como dice el refrán: *"Con ellos está empedrado el infierno."* Debemos cuidar nuestro deseo, evitando que se atrofie en medio del bombardeo de distracciones, estímulos y ruidos que nos impiden reflexionar sobre lo que realmente queremos. Muchas personas sufren porque no saben qué hacer con su vida; nunca han explorado su deseo profundo, nunca se han preguntado: *"¿Qué quiero realmente?"*. 


El riesgo de vivir sin dirección es grande. Algunos cambios, aunque deseados en teoría, nunca se concretan porque falta el deseo fuerte que impulsa la acción. Si Jesús nos hiciera la misma pregunta que al ciego de Jericó: *"¿Qué quieres que te haga?"*, ¿qué responderíamos? Quizás podríamos pedirle que nos ayude a reconocer el deseo profundo que Él mismo ha sembrado en nuestro corazón: *"Danos el deseo, Señor, y hazlo crecer."* Porque también Él tiene un gran deseo respecto a nosotros: hacernos partícipes de su plenitud de vida.




Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.


viernes, 13 de junio de 2025

004 Discernir en pareja - Los elementos del discernimiento. Conocerse a sí mismo

Oración inicial invocando al Espíritu Santo.

Lectura previa: 

Audiencia General del Papa Francisco del miércoles 5 de octubre de 2022. 4 de 14 sobre el discernimiento

Fuente: https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221005-udienza-generale.html


Síntesis de lectura

Un buen discernimiento comienza con el conocimiento de uno mismo. Implica el ejercicio de nuestras facultades humanas: memoria, inteligencia, voluntad y afectos. A menudo, la dificultad para discernir surge de una falta de autoconocimiento, lo que nos impide comprender realmente qué queremos. En muchas ocasiones, las dudas espirituales y las crisis vocacionales nacen de un diálogo insuficiente entre nuestra vida religiosa y nuestra dimensión humana, cognitiva y afectiva. Todos, en algún momento, caemos en la tentación de enmascararnos, incluso ante nosotros mismos.


El olvido de la presencia de Dios en nuestra vida suele ir acompañado de un desconocimiento de nuestro propio ser. Conocerse implica un proceso paciente de introspección, un ejercicio de excavación interior. Requiere la capacidad de detenerse, sentir y humanizarse, para adquirir conciencia sobre nuestros hábitos, los sentimientos que nos habitan y los pensamientos recurrentes que nos condicionan. También exige diferenciar entre emociones y facultades espirituales: *"siento"* no es lo mismo que *"estoy convencido"*, *"tengo ganas"* no es lo mismo que *"quiero"*. Tomar conciencia de esta diferencia es una verdadera gracia.


La vida espiritual tiene claves de acceso, palabras que tocan el corazón y nos conectan con aquello que más nos afecta. El tentador conoce bien estas palabras y las usa para desviarnos. Por eso, es crucial que también nosotros las reconozcamos, evitando caer en caminos que nos alejen de nuestra verdadera esencia. La tentación no siempre propone cosas explícitamente malas, sino que muchas veces nos ofrece realidades desordenadas, revestidas de una importancia excesiva. Nos atrae con una belleza ilusoria que, al final, nos deja vacíos y tristes. Al conocer nuestras propias claves interiores, podemos protegernos de la manipulación y, al mismo tiempo, descubrir lo que realmente importa.


Por ello, es fundamental preguntarnos: *¿Soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento y las provocaciones externas?* Una herramienta valiosa para este ejercicio es el examen cotidiano, preguntarnos con sinceridad: *¿Qué ha sucedido hoy en mi corazón? ¿Qué huellas han dejado los acontecimientos en mí?* Es un ejercicio de lectura interior que nos permite identificar lo que realmente valoramos, preguntándonos: *¿Qué busco? ¿Por qué lo busco? ¿Qué he encontrado al final? ¿Qué sacia mi corazón?*


Solo el Señor puede revelarnos nuestro verdadero valor. Nos lo muestra desde la cruz, confirmando cuán preciosos somos ante sus ojos. No existe obstáculo ni fracaso que pueda apartarnos de su abrazo misericordioso. El examen cotidiano nos permite ver nuestro corazón como un camino en la presencia de Dios. Nos ayuda a comprender el recorrido de nuestros sentimientos y afectos, convirtiéndose en una oración sencilla que transforma la vida, nos conduce al autoconocimiento y nos guía hacia una verdadera libertad.



Momentos de la conversación espiritual:

  1. Oración personal. Observando las luces e invitaciones más significativas de Dios ante lo leído.
  2. Escucha atenta: Compartir, de modo sencillo y profundo, escuchando atentamente al otro sin interrumpir con preguntas u opiniones, dejando que lo vivido por el otro ilumine lo advertido en nuestro interior. Al finalizar la intervención dejar un breve espacio de silencio para sentir y gustar lo expresado.
  3. Ecos. Compartir aquello que fue iluminado por el compartir del otro. Sin evaluar, ni hacer grandes reflexiones, solo expresar cómo aquello que compartió el otro colaboró con tener una mayor luz en las mociones personales o suscitó algún movimiento que me conduce a una mayor claridad.
  4. Comunión. Preguntarse por lo común de las llamadas particulares. ¿Hacia dónde nos conduce el Señor? ¿Qué invitaciones se repiten y pueden traducirse en acciones concretas? No se trata de llegar a consensos o acuerdos, la invitación es a responder adecuadamente y con generosidad a lo que el Espíritu Santo suscita.
Oración final.