miércoles, 10 de agosto de 2016

4. Amor Divino ... Para vivir en el Sagrado Corazón - Disposición 1 de 3. Mons. Luis María Martínez

"Pero, si todo cristiano está destinado para vivir en el Corazón de Jesús, las almas de la Cruz de una manera especialísima están destinadas a vivir esta vida, a entrar dentro de ese Corazón y a establecer ahí su morada. ¿No será suficiente esto para que sintamos un santo entusiasmo por aprender la manera como se puede vivir dentro del Corazón Divino de Jesús?, ¿no bastará esto para que comprendamos que es bueno, que es dulce, que es provechoso vivir ahí?

Vamos, pues, a ver desde luego las disposiciones que se necesitan. En realidad son las mismas que debemos tener para vivir la vida del cielo; porque la vida de la tierra y la vida del cielo no son dos vidas distintas, sino las dos etapas de una misma vida.

Para vivir en ese Corazón es preciso vivir en silencio.

¿No nos hemos fijado que en los lugares más bellos, en los más grandes, en los más santos, reina el silencio? En medio de los bosques hay un silencio solemne ... más augusto aún es el silencio del océano ... el firmamento es un misterio de silencio ... Y si de las cosas materiales no elevamos a las espirituales y sobre todo a las divinas, lo más grande, lo más excelso, lo más bello y, si se me permite la expresión, lo más divino, es siempre lo más silencioso. En el cielo mismo, aún cuando resuena allí sin cesar el trisagio inefable de los ángeles, sin embargo, reina en él un silencio hondísimo; las almas contemplan y aman a Dios en silencio y en un silencio inefable gozan de Él ...

En el Corazón de Jesús debe reinar el silencio, el silencio augusto de todo lo que es grande, de todo lo que es santo, de todo lo que es divino. Y por esos es preciso que nuestras almas, avezadas al ruido, aprendan a vivir en silencio. Quizá parezca extraño que hable de silencio a las almas acostumbradas al silencio de los claustros. Pero comprendamos que no me refiero al silencio exterior, sino al otro, al íntimo, que llevamos en nuestra alma y que tan fácilmente perdemos.

Pudiéramos decir que la grandeza de un alma se mide por su capacidad de silencio. ¿Quiénes son los que saben vivir más en silencio? En el mundo, los sabios, los poetas, los artistas, los que llevan en el corazón un amor profundo. Y en el orden espiritual, cuanto más avanzado un alma, más va entrando en la región del silencio. En las altas cumbres de la santidad, como en las cumbres excelsas de la tierra, reina un silencio inefable ...

Las almas piadosas saben cómo guardar el silencio exterior; ¿pero no es verdad que muchas veces su interior se turba? Y por cierto lo que turba nuestro silencio interior no es lo que turba el silencio de las almas mundanas: recuerdos, ilusiones, vanidades ... no, los ruidos de nuestro corazón son muy diversos. Hay en él un ruido que existe en todo corazón humano; el ruido de la pasión. Las pasiones turban el silencio de todo corazón humano. A las veces son ruidos estentóreos; otras veces, suaves y ligeros; pero el silencio, lo mismo puede ser turbado por un gran ruido que por un ruido pequeño. ¿Qué corazón hay en donde se haya callado totalmente y para siempre la voz de la pasión?

¡Cuántas veces, allá en el fondo de nuestro corazón, surgirá la voz de la pasión que turba el silencio de nuestra alma! Acallémoslo, porque en el Corazón de Jesús no deben resonar esos ruidos, porque es el santuario del silencio.

Otro ruido más común todavía que el de la pasión en las almas espirituales es el de la preocupación. ¡Cómo nos asedian las preocupaciones, sobre todo cuando queremos estar más recogidos! Inquietudes por este motivo o por el otro, inquietudes que a las veces por el pasado, a las veces por el provenir, más frecuentemente por el presente ...

Dejemos fuera del Corazón de Jesús todas nuestras inquietudes o, si entramos con ellas, arrojémoslas en la hoguera ardiente de ese Corazón Sagrado. En la morada del amor y de la confianza no es posible que tengamos inquietudes ni preocupaciones. Que nuestra alma esté tranquila, que esté serena, porque estamos dentro de un Corazón que nos ama infinitamente."

Tarea del amor divino: detenerse aunque sea un instante, que sólo su Corazón Sagrado te importe, acalla todo ruido para escuchar a quien te ama desde antes del tiempo, en el silencio te amó infinitamente. Y dile de todo corazón: te amo, enseñame a amarte como me amas Tú.


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