jueves, 16 de marzo de 2017

Día 15 de 40: El amor es honorable.

«De igual manera vosotros maridos, en la vida en común sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, tributándoles honor como coherederas que son también de la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo» (1 Pedro 3,7)

En nuestro idioma, hay ciertas palabras que tienen un significado poderoso. Cuando se usan, las asociamos al respeto. Estas palabras nunca pierden su carácter eterno, su clase ni su dignidad. Hoy, nos concentraremos en una de ellas. Es la palabra «honor».

Honrar a alguien significa respetarla y tenerla en alta estima, tratarla como a una persona especial y de gran valor. Cuando le hablas, tus palabras son puras y comprensibles; eres cortés y educado. Cuando esa persona te habla, tomas en serio lo que dice, dándole peso y relevancia a sus palabras. Cuando te pide que hagas algo, te adaptas como puedes, por el solo respeto que le tienes.

Las Sagradas Escrituras nos dice que honremos a nuestro padre y a nuestra madre, y a las autoridades. Es un llamado a reconocer la posición o el valor de otra persona. El honor es una palabra noble.

En especial, esto es cierto en el matrimonio. Honrar a tu pareja significa prestarle toda tu atención, en lugar de hablarle desde atrás de un periódico o con un ojo en la televisión. Cuando se toman decisiones que afecten a ambos o a toda la familia, le das la misma importancia en tu mente a la opinión de tu cónyuge. Honras lo que tiene para decir. Significa mucho para ti, y debería saberlo por la manera en que la tratas.

Sin embargo, hay otra palabra que nos llama a alcanzar un propósito más alto, una palabra que a menudo no identificamos con el matrimonio, aunque no podemos subestimar su relevancia. Es una palabra que constituye el fundamento del honor: la razón misma por la cual respetamos y tenemos en alta estima a nuestro cónyuge. Esa palabra es «santidad».

Decir que tu cónyuge debería ser «santa» para ti, no significa que sea perfecta. La santidad significa que está apartada para un propósito supremo: ya no común, ni cotidiano, sino especial y único. Nadie puede competir en tu corazón con una persona que para ti es santa. Es sagrada, alguien a quien honrar, alabar y defender.

Cuando dos personas se casan, cada cónyuge pasa a ser «santo» para el otro, mediante la santidad inherente al matrimonio. Esto significa que ninguna otra persona en el mundo debe disfrutar de este nivel de compromiso y expresión de afecto de tu parte.

No obstante cuando tus intentos de honrar no son correspondidos, debes honrar igualmente. El amor se atreve a hacerlo; a decir: «Valoraré nuestra relación por sobre todas las demás. El mayor sacrificio que esté dispuesto a hacer, lo haré por ti. Con todos tus fracasos, tus pecados, tus errores y tus defectos (pasados y presentes) igual decido amarte y honrarte».  Asís se crea una atmósfera para reavivar el amor. Así guías tu corazón a volver a amar de verdad a tu cónyuge. Y eso es lo bueno del honor.

EL DESAFÍO DE HOY

Elige una manera de demostrarle honor y respeto a tu cónyuge que sea diferente de lo habitual. Quizá sea abrirle la puerta a tu esposa. Tal vez sea la forma que escuches y hables cuando se comuniquen. Muéstrale a tu cónyuge que la tienes en alta estima.

Aprende de memoria el Capítulo 2 de Eclesiástico.

Escucha el video: Verbo impecable.
https://www.youtube.com/watch?v=uRY_e7GxbZ4

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