miércoles, 8 de marzo de 2017

Día 8 de 40: El amor no es celoso.


Los celos son uno de los impulsos más fuertes que el hombre conoce. La raíz de la palabra "celos" proviene del latín zélus, que significa "arder con fuego intenso". Las Escrituras dicen con claridad: «Cruel es el furor, agua desbordada la ira, pero ¿Quién resistirá a los celos? » (Proverbios 27,4)

De hecho, existen dos formas: los celos legítimos, que tienen su fundamento en el amor, y los celos ilegítimos, que tienen su fundamento en el egoísmo. Los celos legítimos se despiertan cuando alguien a quien amas aleja su corazón y te reemplaza con otra persona. Si una esposa tiene una aventura amorosa y se entrega a otra persona, su esposo puede tener un enojo celoso justificado debido a su amor por ella. Anhela volver a tener lo que le constituye naturalmente con un celo cuidadoso y diligente, con interés extremado y activo.

Las Sagradas Escrituras dicen que Dios tiene esta clase de celo justo por su pueblo. Siendo Él dueño de todo, Él nos anhela profundamente y desea ser nuestro primer amor. No quiere que dejemos que nada sea más importante que Él en nuestro corazón. Lo describe así: «Porque el Señor, tu Dios, es un fuego devorador, un Dios celoso.» (Deuteronomio 4,24).

Ahora bien, hay otra clase de celos, los ilegítimos, los que se oponen al amor: la clase que se arraiga en el egoísmo que degenera en envidia, terminando en violencia y muerte. «Porque donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad.» (Santiago 3, 16). «¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones.» (Santiago 4,1-3)

Existe rivalidad cuando ves en tu cónyuge un enemigo, hay discordia, cuando hay fuerte oposición, desavenencia de opiniones y voluntades. Si no tienes cuidado, los celos pueden infectar tu matrimonio. Cuando te casaste, se te asignó la tarea de transformarte en el mayor animador de tu cónyuge y en el capitán de su club de admiradores. No obstante si reinan los celos, cualquier cosa buena que le suceda a solo uno de ustedes puede ser un catalizador de envidia en lugar de felicitaciones.

Como el amor no es egoísta y coloca a los demás en primer lugar, no deja que entren los celos. El amor te lleva a celebrar los éxitos de tu cónyuge en lugar de sentirte contrariado por ellos. A un esposo amoroso no le molesta que su esposa sea mejor en algo, que se divierta más o que reciba más elogios. Percibe que lo completa, no que compite con él.

Es hora de dejar que el amor, la humildad y la gratitud destruyan todo celo que surja en tu corazón. Es hora de permitir que los logros de tu pareja los unan y les den mayores oportunidades para demostrar el amor genuino.

EL DESAFÍO DE HOY.

Decide transformarte en el mayor admirador de tu cónyuge y rechazar cualquier pensamiento de celos. En algún momento durante el resto del día, elige un atributo positivo de ella de la lista y dale gracias a tu cónyuge por esa característica.


Meditar el video de Fray Nelson Medina O.P.

https://www.youtube.com/watch?v=dLzlRZBbe6Q


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